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lunes, 23 de febrero de 2015

El origen de los precios "psicológicos"

Me acabo de tropezar con este artículo que contradice la creencia popular (o al menos la mía) del establecimiento de los precios a 0.95, 0.99, 995... como precios psicológicos. Es decir, que pretendemos engañar el subconsciente del consumidor pretendiendo que 1.95 es "un euro y pico", cuando realmente es casi dos.

Pues bien, en este artículo que copio y pego, su autor Raúl Bajo, nos desdice, afirmando que esta fue una estrategia pensada para evitar el pequeño hurto de los dependientes en el siglo XIX. Aquí lo tenéis, y su enlace es:

http://raulbajo.blogspot.com.es/2009/04/precios-psicologicos.html

PRECIOS PSICOLÓGICOS

Probablemente a estas alturas de la vida estemos ya un poco hartos de llegar a cualquier comercio y encontrarnos con que los precios de la mayoría de sus productos terminan en 0.99€; y con hartos no me refiero necesariamente a enfadados o hastiados de esta práctica.: realmente, si tratamos de convencernos o convencer a alguien de la necesidad de ese producto, la tendencia es a contemplar su precio redondeando efectivamente hacia la unidad inferior.

De esta forma, se ha tendido a la creencia popular de que este es el verdadero origen de los conocidos como precios psicológicos es este: llevar a que los consumidores piensen que el producto cuesta más barato, al centrar su atención en la unidad entera, obviando los decimales.

Sin embargo, esto no es del todo correcto. El origen de los precios terminados en 0.99 tiene su origen en el siglo XIX, algo después de la aparición de la caja registradora (1879). Antes del surgimiento de la misma, los empleados de los comercios tendían a cobrar a los clientes por pequeñas transacciones, quedándose ellos mismo el dinero recibido, y, en caso de que el “jefe” preguntase por el objeto vendido, este podía fácilmente alegar alguna excusa: lo han robado, se ha roto, ha desaparecido…

Ante este panorama surgió la caja registradora, que permitió, como su propio nombre indica, registrar todas las transacciones que eran realizadas por el dependiente del comercio. Sin embargo, esto no solucionó el problema: este dependiente, igualmente, podía con la misma facilidad realizar una venta, y quedarse el dinero en el bolsillo, sin necesidad de introducir la cantidad en la caja.

La solución definitiva al problema se halló, ni más ni menos, en ponerle un precio que acabase en 0.99 a todos los productos, lo que forzaba en todo momento al dependiente a introducir en la caja registradora todas las transacciones que llevase a cabo, al estar obligado a devolver al cliente 1 céntimo de la caja (naturalmente, y por si hay algún lector quisquilloso, casi nadie llega con el importe exacto para pagar estas cifras).

Así pues, la próxima vez que vayamos a un comercio y veamos una multitud de precios acabados en 0.99 solo caben dos posibilidades: o los dueños de los comercios piensan que los clientes son tontos, o (como acabamos de ver) que sus empleados son unos ruines.

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